Friday 29 May 2015

DEMÓCRATAS RADICALES VERSUS LIBERALES FACHAS


Michelle Obama. 2014.

Por Vicente A. Fontelos.


Debemos comenzar a tomarnos en serio las estrategias contrarrevolucionarias, en los intentos de institucionalización de un Estado contrario a la democracia, al estilo de la lanzada en los últimos días por la «duquesa de la Corrupción», Esperanza Aguirre. Al autocalificarse como liberal, tal vez ignore la importante parte de radicalismo democrático incluido en el bagaje ideológico de pensadores y políticos como Thomas Paine o Thomas Jefferson. Por supuesto, además, desconoce el origen de la palabra «soviet» (asamblea o consejo, en ruso). También incluirá a Michelle Obama como activista comunista por su dirección, en Chicago, de una organización sin ánimo de lucro, Public Allies,[1] cuyo objetivo es la elaboración de estrategias de participación cívica en la búsqueda del «liderazgo» (talento, en catalán), para el desarrollo de colectividades con necesidades sociales.
Históricamente, el gobierno de la élite ha concebido la idea de la democracia como su antítesis y su enemigo natural. La «tiranía de la mayoría» y el fantasma del «socialismo» suelen ser las proyecciones lanzadas por los conservadores, los líderes empresariales o los pensadores de los think tanks de la derecha «intensa», cada vez que surge entre la ciudadanía una oportunidad de control gubernamental de sus prácticas corruptas; o la coyuntura real de mejorar las oportunidades de la sociedad mediante programas políticos apegados realmente a la ciudadanía.
La realidad es que los verdaderos ataques y amputaciones acometidos contra las libertades políticas, civiles y económicas en las sociedades democráticas, no han llegado de unas mayorías tiránicas representativas de los pobres o  de las clases medias, sino de los representantes de esas élites mencionadas. En la castiza tradición política española, tan solo tenemos que recordar ejemplos como «caciquismo» o «franquismo» para visualizar en nuestra mente el núcleo de ese proceder.
El problema no proviene realmente de las mayorías y su intención, según los maliciosos argumentos de manipulación aireados por las élites, de una pretendida avidez por saquear tanto a los privilegiados como a las arcas públicas ‒esto último lleva a los españoles a la habitual sorna e ironía; pero, de una vez por todas, deberíamos tomarnos los asuntos de corrupción no en forma de chiste sino con la seriedad que requiere, comenzando por la intención de que tales casos sean juzgados por magistrados populares elegidos por sorteo (a imitación de los antiguos y democráticos dicasterión griegos)[2].
El verdadero problema de este país es el desaliento y la humillación surgidos en esas mismas multitudes, a las que se embriagó con la esperanza de aplicación de economías o programas sociales e igualitarios. Porque, al contrario que en la gran Crisis de 1929 surgida en EE. UU., los que se suicidan ahora en España no son adinerados accionistas y financieros abatidos por la ruina, sino trabajadores de la tierra madre que habían cumplido hasta el último punto de su contrato con la comunidad democrática europea: contribución política, social, laboral, fiscal, financiera e hipotecaria.  
Pero debemos volver a recordar que gobierno y democracia pertenecen a una sustancia diferente dentro de la naturaleza política. La primera es una forma de gestionar el poder y la segunda un tipo de régimen o sistema político. No es una casualidad que, actualmente, las élites dominantes pregonen el atractivo de la democracia, sin otro fin que el de una intención, mediante la confusión en las anteriores concepciones, dirigida a explotar el poder como un instrumento de control y desprecio hacia las mayorías.
En las siguientes palabras, resuena el cincelado martilleo de un mandamiento añadido a las Tablas de la Ley de Elites:
“La educación liberal es el esfuerzo necesario para fundar una aristocracia dentro de la sociedad de masas democráticas”.
Que no provienen de un antiguo tratado del siglo XVII, sino de la cita en una obra de unos de los filósofos políticos más influyentes entre los cargos en asuntos de poder exterior y militar del anterior gobierno de G. W. Bush. Me refiero a Leo Strauss.[3] Y desde luego, al igual que le ocurre a la “ex ministra de Cultura-analfabeta”, E. Aguirre, su definición de educación «liberal» o justicia social, en nada se asocian a los términos que acuñan otros modernos filósofos liberales como Dewey o Rawls.
“La justicia es la primera virtud de las instituciones sociales, como la verdad lo es de los sistemas de pensamiento”. [4]
 Para los straussianos, «liberal» se identifica con «virtuoso», en la antigua acepción que la palabra virtud (ἀρετῆ) tenía para los aristócratas griegos en tiempos de Homero: habilidad, valentía, generosidad, dominio de sí, fama, bienestar, prestigio y «distinción». Y en nada se asocia con la virtud democrática en el sentido impulsado, luego, por las reformas de Solón en el siglo VI a. e. c.:
“Hay muchos malvados que son ricos mientras que los buenos son pobres; pero nosotros no les cambiaremos la virtud por su riqueza, porque la primera dura siempre, mientras que los bienes de fortuna los posee ora uno, ora otro” [5] (Solón, f. 4D).[6]



[1] Public Allies (Aliados Públicos), es un programa de AmeriCorps que prepara a los jóvenes para el liderazgo en el servicio público.
[2] Gregory Vlastos, “Solonian Justice”, Clasical Philology, XLI, APRIL, 1946, p. 72. “Here again Solon's statesmanship is true to the logic of his position as here interpreted: injustice, a public evil, affects everybody; therefore, justice, a public necessity, is everybody's business. The most radical institution of fifth and fourth-century Athens ‒the public dicasteries‒ is no more than a literal application of this very principle”.
[3] Leo Strauss, Liberalismo antiguo y moderno, Buenos Aires, Katz, 2007, p. 16.
[4] John Rawls, Teoría de la Justicia, 2ª ed., FCE, México, 1995, p. 17.[5] Francisco R. Adrados, Líricos Griegos, Madrid, 1981, p. 190.
[6] πολλοὶ γὰρ πλουτοῦσι κακοί, ἀγαθοὶ δὲ πένονται: ║ ἀλλ᾽ ἡμεῖς τούτοις οὐ διαμειψόμεθατῆς ἀρετῆς τὸν πλοῦτον, ἐπεὶ τὸ μὲν ἔμπεδον αἰεί, ║χρήματα δ᾽ ἀνθρώπων ἄλλοτε ἄλλος ἔχει.



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