Saturday 23 June 2012

La cara B

Por Vicente A. Fontelos

María Dolores de Cospedal, pregonera de la Feria de Albacete. Septiembre 2000. Foto: Josema.


Por Vicente A. Fontelos
En su libro Divertirse hasta morir, el discurso público en la era del espectáculo, Neil Postman explica que en el apogeo de la cultura de la imprenta, en el siglo XIX, muchas personas no hubieran reconocido a uno de los presidente de Estados Unidos, Abraham Lincoln, si se hubieran cruzado con él en la calle y, en cambio, lo hubieran logrado a través de la lectura de sus discursos.

Esa orfandad icónica, basada en la mentalidad racional de la letra impresa, sería impensable en nuestra época que, además, añade otra característica: los políticos fabulan historias donde el tiempo es modulado en función de su propio relato. Con el riesgo de que la relación sea modificada por la aparición de otros actores en la búsqueda de su  nueva narración.

José Bono, camino del Santuario de la Virgen de Cortes, en Alcaraz (Albacete). Septiembre 2000. Foto: Josema.

Un día de septiembre del año 2000 -un tiempo definido por ingeniosos intelectuales como los albores del gran despilfarro español-, en el vasto territorio del espacio imaginado por Cervantes, el entonces presidente de la comunidad de Castilla-La Mancha, José Bono, asistía al político rito veraniego de sudar la camisa en la romería de la Virgen de Cortes, en Albacete, arropado por su fiel infantería. Y su segundo, el vicepresidente de Castilla La Mancha, José María Barreda, bromeaba con los periodistas durante una visita para interesarse por los proyectos del aeropuerto y el parque turístico "Reino de Don Quijote", en Ciudad Real.

José María Barreda bromea con periodistas en Ciudad Real. Septiembre 2000. Foto: Manuel Ruiz Toribio.

Es en ese momento espacio-temporal del universo político castellano-manchego, cuando hizo su aparición oficial la tercera protagonista de esta crónica. La entonces subsecretaria del Ministerio de Administraciones Públicas, María Dolores de Cospedal, se encaramó al balcón del Ayuntamiento de Albacete para dar el pregón de la Feria de la ciudad. ¿Vislumbraba una narración política en la cual celebrara su primer año como presidenta de esa comunidad, con el acompañamiento del habitual coro formado por quitamotas y mandrias? ¿Imaginaba su fatum ante la sacrificada e inmensa tarea de poner freno y solución al problema del manirroto carácter nacional que ella, por juventud y subordinado cargo de subsecretaria de Estado, no podía ni tan siquiera entrever?

Se debe destacar que en este espacio público de tipo emocional, donde las narraciones se suceden al ritmo de aparición-desaparición del actor político, ni los hechos están divididos al estilo de las imaginadas estratificaciones históricas, ni los personajes y sus fábulas surgen por generación espontánea. Pues sigue existiendo lo que los antiguos llamaban tener pasado; y los modernos, cara B.


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